Cuando tienes que decirte: “Hay que seguir buscando”.
Hay pérdidas en nuestra vida que son para bien; hay otras que son para mal. Debemos distinguir cuándo simplemente hay que dejar que se vaya lo perdido y cuándo es conveniente recuperarlo.
¿Qué hiciste al darte cuenta de algo que se te perdió?, ¿Cómo reaccionaste la última vez que encontraste algo?, ¿Cómo distingues entre lo que vale la pena buscar y lo que no?
Mi hijo se levantó ayer por la mañana para revisar cómo estaba el hámster que había aceptado cuidar por las vacaciones de Navidad.
No lo encontró en la jaula, ni en el baño donde la había dejado, ni por ningún lado. Yo le ayudé a buscarlo pero no lo encontramos; mi esposa hizo lo mismo en la tarde, pero parecía imposible encontrar un animalito tan diminuto.
En la noche, mi esposa lo vio por casualidad cuando fue a apagar la luz de la cocina, después de buscarlo por la sala y el comedor; inmediatamente nos llamó a todos. Mi hijo se levantó al escucharla y lo cogió; se había escondido debajo de unas rejillas que usamos para poner frutas y otras cosas.
En realidad nos habíamos preparado para seguir buscándolo todos los días hasta que apareciera, a pesar del desánimo que da el hecho de buscarlo, supongamos, durante una hora por todos los sitios que a uno se le ocurre, y no encontrarlo. Nos dijimos varias veces: “Hay que seguir buscando” y “Tendrá que aparecer en algún momento”.
Bueno, hasta aquí la anécdota del hámster y de acá en adelante mi reflexión: Nuestra vida muchas veces consiste en seguir buscando lo que hemos perdido de manera pasajera aún cuando el desánimo nos invada.
Hay tanto que podemos perder
A veces, perdemos cosas materiales que necesitamos para estudiar, para trabajar o para vivir; nos toca recuperarlas o volverlas a conseguir.
Otras veces, perdemos seres queridos, amigos o personas muy significativas; si han muerto nos toca dejarlos ir, pero si se han distanciado tal vez podamos hacer algo para darles opción de que regresen a nuestra vida. No hay certeza, pero puede ocurrir.
En otros momentos, perdemos estados emocionales positivos o valiosos; perdemos nuestra tranquilidad, nuestro entusiasmo, nuestra alegría, nuestra confianza, nuestro optimismo o, incluso, nuestra seguridad. Así como los perdemos, podemos recuperarlos.
Las pérdidas en nuestra vida tienen diferentes significados, dependiendo de lo que hayamos perdido y de las circunstancias.
Perder algo puede tener significados diferentes
"Déjalo ir"
Hay pérdidas que son irrecuperables porque así es la vida: los objetos únicos o con un significado afectivo que los hacía únicos, lo que fuimos en el pasado, el cuerpo que tuvimos, los que murieron, los que nos dejaron y no quieren regresar, los hijos que crecieron…, son pérdidas para siempre y así conviene que sea, porque nos recuerdan que la vida es pasajera, es dinámica y fluye constantemente.
Ante esas pérdidas irrecuperables, lo único que podemos hacer es aprender y aceptar.
"Esa no es tu talla"
Hay otras pérdidas que sí podemos recuperar pero que no valen tanto como para intentarlo. Son las pérdidas de todo aquello que significa simplemente apego, costumbre, comodidad o zona de confort.
Cuando dependemos de cosas o comportamientos determinados para sentirnos en paz o alegres, la vida nos arrebata esas cosas para recordarnos que debemos aprender, crecer y evolucionar. No nos conviene hacernos los sordos con la vida y tratar de recuperar aquello que ya no es de nuestra talla.
"Encuéntralo de nuevo"
Finalmente, hay pérdidas que son recuperables y que, además, debemos asumirlas como retos para buscar y encontrar de nuevo lo perdido. En la vida de cada uno de nosotros, también hay hámsteres que debemos buscar hasta encontrar.
Esta clase de pérdidas recuperables, generalmente tiene que ver con nuestros propios valores y con nuestras emociones y pensamientos más auténticos.
Por ejemplo, si en determinado momento hemos perdido nuestra honestidad, nuestra bondad, nuestra sinceridad, lo mejor que podemos hacer es perdonarnos, reparar el mal que hayamos hecho y volver a vivir nuestros valores. Vivimos para nuestro bien y el bien de los demás.
O si nos sentimos tristes, ansiosos, deprimidos, preocupados o cansados, lo mejor que podemos hacer es hacer un alto en nuestro camino, relajarnos, descansar o buscar ayuda para volver a vivir con optimismo y alegría nuestra vida. Vivimos para sonreír cada día con el sol brillando en nuestros días o la luna iluminando nuestras noches.
Si pensamos que somos débiles, feos, malos, menos que los demás, llamados al fracaso, perdedores, lo mejor que podemos hacer es romper todos esos pensamientos negativos, identificar los pensamientos opuestos y cultivarlos cada día. Vivimos para seguir el camino más inteligente y conveniente para nuestra vida y la vida de quienes amamos.
Por ejemplo, construye emociones positivas o remplaza tus pensamientos negativos por estos otros: “Me hago más fuerte…”, “Hay belleza en mí cuando…”, “Soy bueno para…”, “Soy distinto y tan valioso como los demás”, “Soy capaz de lograr esto que me propongo…”.
Distingue qué es lo que debes recuperar
Siempre que descubras que estás pensando, sintiendo o actuando de manera distinta o contraria a tus valores, toma conciencia de esa situación, identifica si se trata de un progreso en tu vida o una pérdida y, en caso de que se trate de un retroceso, busca la manera de recuperar lo perdido porque tienes el deber de hacerlo y, tal vez, signifique tu felicidad.
No importa cuánto esfuerzo debas invertir ni cuánto te demores, pero siempre sigue buscando…, en algún momento tendrá que aparecer lo que perdiste.
No te desanimes y sigue buscando hasta encontrar lo tuyo.
En cambio, si tus nuevos pensamientos, sentimientos o acciones corresponden a un crecimiento o avance en tu vida, no te apegues ni retengas los anteriores, son del pasado, ya no son tuyos, así que déjalos ir por tu bien.
¿Qué vale la pena que hoy recuperes?
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