sábado, 23 de noviembre de 2019

El poder motivador de nuestra conciencia

Cinco criterios para entender la motivación integrada. 


(Al final, hay un video de esta publicación)


Cuando una tarea es muy importante o de mucho cuidado, decimos que hay que hacerla “a conciencia” 

¿Qué haces a conciencia?, ¿Cómo fomentas tu conciencia y la de los demás?, ¿Qué sería mejor si se hiciera a conciencia? 

Pocos han explorado la profunda relación que existe entre la conciencia y la motivación, pero sabemos intuitivamente que requiere de motivación para hacer las cosas a conciencia. 



Definición 


Cuando hacemos las cosas a conciencia es porque las reglas externas o los motivos ajenos de la actividad, los hemos integrado con nuestras propias necesidades, valores o identificaciones. 



Por ejemplo, cumplimos un horario (regla) estudiando francés (reglas) para poder hacer una maestría en París (motivo) que nos permita mejorar nuestro currículum vitae (motivo) y tener mejores ingresos (motivo). 

Lo hacemos porque estudiar francés con dedicación, en el ejemplo, hace parte de “nuestra carrera” (identificaciones), es parte de nuestra responsabilidad (valores), desarrolla nuestras competencias, nos facilita la comunicación y fomenta nuestra autonomía (necesidades psicológicas) y proyecta nuestra vida. 



La motivación integrada es el tipo de motivación que integra regulaciones o motivos externos con nuestro propio yo, impulsándonos a realizar acciones con un claro sentido de voluntad y elección (Deci y Ryan, 2015). 

Factores 


Los factores de la motivación integrada son de dos tipos: eventos externos y eventos internos que nos conducen a hacer las cosas “a conciencia”. 



Los eventos externos son los recursos que nuestros padres, maestros, entrenadores, jefes o gobernantes, han usado para “concientizarnos” de las reglas o motivos de una actividad; pueden ser premios, castigos (como en la motivación externa), deberes, responsabilidad, compromiso, autoestima (como en la motivación introyectada) o conocimientos o valores (como en la motivación identificada). 

Los eventos internos son nuestros propios procesos de aprendizaje que nos conducen por la internalización y asimilación de esas reglas o motivos externos con lo que creemos que nos define o caracteriza (nuestro yo). 



Por ejemplo, la disciplina con el francés, la posibilidad de estudiar en París y la opción de ganar más dinero, las integramos con nuestro deseo de mejorar, nuestro gusto por viajar y nuestra admiración por lo francés. 

Experiencia 


Cuando hacemos las cosas con motivación integrada, todo aquello que “nos vino de afuera” -es decir, las reglas o motivos que nos enseñaron alguna vez-, son asimiladas por nosotros mismos y actuamos con un sentido completo de voluntad y elección (Deci y Ryan, 2015). 



La condición de esa internalización y asimilación de reglas o motivos externos es la experiencia de autonomía que resulta una vivencia crítica para que la regulación externa sea integrada a nuestra conciencia. 

Consecuencias 


Cuando la educación, el entrenamiento o la capacitación proporciona reglas y motivos para determinadas actividades, en un entorno que promueve la autonomía y la relación de las personas, el resultado es su mayor compromiso y autenticidad con la actividad específica. 



Además, las personas contribuyen a “ampliar” el campo de tal actividad, en la medida de que logran desarrollar nuevos motivos o reglas, que les resultan “más personales”. 

Pertinencia 


La motivación integrada es un concepto que debe guiar los programas de formación, desarrollo del talento humano y cambio cultural, especialmente cuando abordan actividades que tienen un impacto muy importante en el proyecto de vida individual o colectivo, es decir, cuando se trata de construir nuevos valores o alcanzar metas de gran importancia para todos. 



Ningún resultado resulta sostenible en el tiempo, si las personas no hemos integrado oportunamente la regulación y los motivos que lo justifican. 

En resumen, la “estrategia motivacional” más efectiva es aquella que brinda experiencias de motivación integrada o intrínseca, como lo veremos en la siguiente publicación. 



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sábado, 16 de noviembre de 2019

Hacer las cosas por nuestro bien

Cinco criterios para entender la motivación identificada. 


(Al final, hay un video de esta publicación)

Vamos donde el médico y nos dice: “los triglicéridos y el colesterol tan altos, no le convienen”, “está a un paso de la diabetes”, “tiene que bajar de peso si quiere controlar la tensión”, “está durmiendo muy poco”, “su sedentarismo lo está matando”, “necesito que se haga estas terapias y que se tome los medicamentos con juicio”.

¿Qué quieres aprender?, ¿Cómo debes cambiar?, ¿Cómo te beneficiará? 

A veces, nuestro entorno y las costumbres que hemos adoptado, nos llevan por el camino equivocado; cuando el médico nos advierte que debemos cambiar nuestros hábitos “por nuestro bien”, necesitamos hacernos cargo de nuestra vida y actuar con autodeterminación. 


En este proceso continuo de hacernos dueños de nosotros mismos, nuestra motivación juega un papel decisivo, porque adoptar hábitos saludables, hacer cambios en nuestro estilo de vida o aprender nuevas actividades, requiere voluntad y esfuerzo de nuestra parte. 

Definición 


La motivación identificada consiste en aceptar tareas o conductas como si fueran propias, porque somos conscientes de sus resultados o beneficios, es decir, porque comprendemos el valor o la importancia de tales acciones para nuestra vida. 

La motivación identificada es un poco más autodeterminada que la motivación externa o la motivación introyectada, porque implica una mayor internalización de las reglas o los motivos para actuar. 


No obstante, la motivación identificada también se considera algo extrínseca porque hacemos las cosas para obtener beneficios o resultados separables de nuestras acciones: comemos más frutas y verduras “para bajar” colesterol malo, triglicéridos o peso corporal, “para escapar” de la diabetes o de la tensión alta o “para vernos” mejor. 


En este sentido, la motivación identificada está a medio camino entre el control externo (hacemos las cosas sólo por los resultados o porque otros nos dicen lo que debemos hacer) y nuestra autonomía (decidimos nuestras acciones y relaciones). 

Factores 


Los factores de la motivación integrada son: 

  • El conocimiento de las acciones o hábitos que necesitamos adoptar 
  • La valoración de los resultados o beneficios que nos generan tales comportamientos 
  • Nuestra identificación con los comportamientos, resultados o beneficios 

Experiencia 


La experiencia personal que tenemos cuando actuamos con motivación identificada podría resumirse con la expresión “criterio personal”, porque la causa de nuestro comportamiento es percibida como si proviniera en parte de nosotros mismos, es decir, de nuestro acuerdo o aceptación de lo que otros nos han indicado. 


En este sentido, la causa es “algo interna” (lo que suele llamarse “locus interno de causalidad”), tenemos conciencia acerca de nuestro comportamiento como algo personal y experimentamos un progresivo paso a la autonomía. 

Consecuencias 


Hay muchos estudios que han subrayado los resultados de la motivación identificada, en términos de efectividad de tratamientos médicos, el entrenamiento deportivo, la educación de niños y jóvenes y el liderazgo de adultos. 

Por ejemplo, Ryan y Connell (1989) establecieron que la motivación identificada estaba “asociada con mayor interés y disfrute de la escuela, estilos de afrontamiento más positivos y mayores esfuerzos”. 


Pertinencia 


La motivación integrada es significativamente valiosa para “conducir” a una persona hacia un comportamiento autónomo; por ejemplo: 
  • La crianza, formación en el hogar y educación en la escuela. 
  • El cambio de conducta en jóvenes o adultos. 
  • Los programas de gestión del cambio en la transformación organizacional. 

La motivación identificada, al asociar resultados y beneficios con el comportamiento de las personas, favorece el aprendizaje de contenidos y comportamientos valiosos. 


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sábado, 9 de noviembre de 2019

Motivando superhéroes de verdad

Cinco criterios para entender la motivación introyectada. 


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Niños disfrazados de Batman, Superman o Catrina para pedir dulces; jóvenes convertidos en Mujer Maravilla, Flash o Capitán América para disfrutar una noche de rumba; perros vestidos de Spiderman o gatos con musculatura de Hulk acompañan a sus dueños. 

Esto escena de la última semana de octubre, también sucede todos los días del año en los hogares, aulas y oficinas de adultos bien intencionados que animan a supuestos “superhéroes” a ser mejores o hacer más. 


¿Cumples tu deber?, ¿Acatas las normas?, ¿Trabajas la autoestima? 

Esta publicación describe uno de los cinco tipos de motivación; anteriormente, se explicó la motivación externa y aquí hablamos de la motivación introyectada. 

Definición 


Hemos oído muchas veces que la mamá o el papá le dice a su pequeño hijo: “Tú eres capaz”, “No tengas miedo”, “Eres mi superhéroe favorito”, para animarlo a hacer algo que no quiere hacer o que le parece muy difícil. 


En estos casos, los padres acuden a engrandecer la “autoestima” o al “ego” de su pequeño para lograr la motivación necesaria para una conducta; muchas veces lo hacen, combinando esta estrategia con la promesa de premios o la amenaza de castigos. 

No es sólo de una manera de motivar a los niños; también en las aulas universitarias, en las oficinas y en todos los espacios de la vida ciudadana, los adultos nos motivamos con una mezcla de responsabilidad, orgullo y compromiso, con la expectativa de alcanzar un premio o evitar un castigo. 


Cuando actuamos en función de elogios ajenos, promesas de premios o amenazas de castigo, hemos incorporado tales razones externas como motivos para nuestra conducta; en este caso se dice que hemos introyectado la motivación.

La motivación introyectada relaciona una conducta con posibles consecuencias, en términos de aplausos, aprobaciones o logros que exaltan al “yo” o de intimidación, coacción o amenazas, dirigidas a controlar la conducta. El “yo” se involucra parcialmente por el cumplimiento del deber, la responsabilidad o la culpa. 

Factores 


Además de los premios o castigos, la motivación introyectada apela al argumento de la “responsabilidad personal” o del “compromiso individual” para incitar la conducta que se desea. 


La autoestima contingente, es decir, la autoestima que está asociada o condicionada a una conducta específica, también es un factor importante: todo superhéroe “crece” y se “fortalece” cuando recibe la aclamación del público por su acto heroico. 

Experiencia 


Eso mismo nos pasa cuando experimentamos la motivación introyectada en las actividades hogareñas, el estudio, el trabajo o la vida en sociedad: aprendemos a asociar nuestra estima, orgullo o mérito personal, con determinadas conductas. 


La regulación propia de una conducta, es “introducida dentro de sí” pero sin que haya una verdadera aceptación personal; en el caso típico, hacemos las cosas por acatar “el deber”, la “responsabilidad” o la “norma”. 

Por lo tanto, la motivación introyectada es un tipo de motivación extrínseca que también se basa en premios o castigos, pero que se diferencia de la motivación externa porque el “ego” participa “responsablemente”, experimentando orgullo y mayor valía personal o culpa hacia la conducta regulada, según el caso. 


Consecuencias 


Si la sociedad premia nuestra conducta, “nos crecemos” y “nos fortalecemos”; en cambio, si castiga nuestra conducta, “nos culpamos” y “nos debilitamos”. 


En todo caso, la conducta introyectada se percibe como causada “desde afuera” y no es experimentada verdaderamente como parte del “yo”; por eso, decimos que la motivación introyectada es controlada y todavía no autónoma. 

Pertinencia 


La motivación introyectada, como la externa, también es pertinente cuando se utiliza en las primeras fases del proceso de formación de la autonomía o del desarrollo de competencias. Igualmente, cuando se forma valores como el compromiso, la responsabilidad o la integridad. 

Sin embargo, el recurso frecuente a la motivación introyectada limita el desarrollo de la autonomía y de la competencia, afectando la verdadera autoestima de la persona. 

Por lo tanto, la motivación introyectada, así como la motivación externa, no es una “técnica avanzada” en el arte de motivar, mucho menos, en el arte de formar individuos autodeterminados. 


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sábado, 2 de noviembre de 2019

Motivar, ¿con la “zanahoria o el garrote”?

Cinco criterios para entender la motivación externa. 

(Al final, hay un video de esta publicación)

Obtener una buena nota, recibir una medalla o ganar una bonificación es agradable; en cambio, reprobar un curso, ser excluido o recibir una sanción, es desagradable. 

Por eso, muchas veces hacemos las cosas para obtener un premio o evitar un castigo. 

¿Se deben usar premios o castigos para la motivación? 

¿Cómo te premias?, ¿Cómo te castigas?, ¿Cuándo te premias o cuándo te castigas? 

A partir de esta publicación vamos a tratar los diferentes tipos de motivación; en ésta vamos a revisar la motivación externa, explicando su definición, los factores que la impulsan, la experiencia subjetiva, las consecuencias de la conducta y las situaciones en que resulta pertinente. 


Definición 


En nuestra vida cotidiana, en la relación de pareja, en la familia, en el estudio o en el trabajo, nos movemos, con frecuencia, por el deseo de obtener recompensas o impedir sanciones. 

Cuando nos comportamos en función de premios o castigos, actuamos por lo que puede suceder posteriormente, es decir, conseguir un premio o evitar un castigo. 


La motivación externa consiste en relacionar una conducta con una posible consecuencia externa, en términos de premio o castigo. 

Los premios pueden ser buenas notas, medallas, bonificaciones, incentivos, “likes”, seguidores, aplausos o pagos; los castigos pueden ser malas notas, sanciones, multas, regaños, palizas, críticas, señalamientos públicos, cobros o pérdidas en general. 

La motivación externa es extrínseca, controlada y regulada desde afuera de nosotros mismos (Decy & Ryan, 2015). 

Factores 


Los factores de la motivación externa son los eventos externos que influyen para que relacionemos una conducta con sus posibles consecuencias. 


En general, son todos los recursos que pueden ser utilizados por una persona externa a nosotros mismos, para motivar nuestra conducta; recompensas, amenazas, sobornos, plazos, vigilancia, supervisión, etc., en diferentes circunstancias. 

Por ejemplo, las manifestaciones condicionadas de amor, admiración o desaprobación de nuestros padres, las calificaciones y los requisitos para la aprobación de cursos en la escuela, los salarios, la compensación y los beneficios en el trabajo, las normas morales o culturales y la aprobación social. 


Experiencia 

En la motivación externa, nos anima la posible obtención de un premio o la evitación de un castigo. Por ello, podemos sentir cierta presión externa, lo que habitualmente llamamos “trabajar bajo presión”, miedo y agitación. 


Experimentamos nuestras conductas como “buenas” o “malas”, “favorables” o “desfavorables”, de acuerdo con las consecuencias que otra persona nos dice y asumimos su sentido de urgencia y sus reglas acerca de lo que debemos hacer (Vallerand, 1997), estemos de acuerdo o no. 

En este sentido, prescindimos de nuestra propia opinión acerca de la importancia de nuestra conducta y consentimos el punto de vista ajeno; nos alienamos a nosotros mismos porque actuamos en función de contingencias externas. 


En la motivación externa, percibimos que la causa de nuestro comportamiento está fuera de nosotros mismos (deCharms, 1968). 

Consecuencias 


Con nuestra conducta podemos obtener un premio o un castigo; también podemos evitar el castigo. 

En todo caso, nuestra conducta es valorada en función de si satisface o no una demanda externa, hecha por nuestros padres, maestros, jefes, gobernantes o autoridades. 


Lo cierto es que en la motivación externa priman las expectativas y reglas ajenas, generalmente se minimiza nuestra autonomía, se maximiza el control externo y, así, se erosiona cualquier satisfacción inherente a la actividad. 

Obviamente, con la motivación externa también aprendemos conductas relacionadas con los premios o castigos que recibimos; este aprendizaje puede variar desde una respuesta condicionada externamente hasta parcialmente interiorizada por nosotros. 


Pertinencia 


La motivación externa es pertinente cuando se utiliza en las primeras fases del proceso de formación de la autonomía o del desarrollo de competencias. 


En particular, los formadores recurren a la motivación externa cuando las personas: 
  • No comprenden la importancia o beneficio de una conducta que debe realizar. 
  • No conocen las reglas, condiciones o restricciones de esa conducta. 
  • No tienen las competencias o habilidades suficientes para actuar de determinada manera. 

Por eso, la motivación externa es característica en la crianza de niños pequeños, aprendices en las primeras etapas de formación o trabajadores en su entrenamiento inicial. 


No obstante, la motivación externa debería ser evitada, siempre que la conducta es satisfactoria, en términos de gozo o disfrute por parte de quién la debe demostrar. En este caso hay que apelar a la satisfacción intrínseca como estrategia de motivación. 


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