sábado, 2 de noviembre de 2019

Motivar, ¿con la “zanahoria o el garrote”?

Cinco criterios para entender la motivación externa. 

(Al final, hay un video de esta publicación)

Obtener una buena nota, recibir una medalla o ganar una bonificación es agradable; en cambio, reprobar un curso, ser excluido o recibir una sanción, es desagradable. 

Por eso, muchas veces hacemos las cosas para obtener un premio o evitar un castigo. 

¿Se deben usar premios o castigos para la motivación? 

¿Cómo te premias?, ¿Cómo te castigas?, ¿Cuándo te premias o cuándo te castigas? 

A partir de esta publicación vamos a tratar los diferentes tipos de motivación; en ésta vamos a revisar la motivación externa, explicando su definición, los factores que la impulsan, la experiencia subjetiva, las consecuencias de la conducta y las situaciones en que resulta pertinente. 


Definición 


En nuestra vida cotidiana, en la relación de pareja, en la familia, en el estudio o en el trabajo, nos movemos, con frecuencia, por el deseo de obtener recompensas o impedir sanciones. 

Cuando nos comportamos en función de premios o castigos, actuamos por lo que puede suceder posteriormente, es decir, conseguir un premio o evitar un castigo. 


La motivación externa consiste en relacionar una conducta con una posible consecuencia externa, en términos de premio o castigo. 

Los premios pueden ser buenas notas, medallas, bonificaciones, incentivos, “likes”, seguidores, aplausos o pagos; los castigos pueden ser malas notas, sanciones, multas, regaños, palizas, críticas, señalamientos públicos, cobros o pérdidas en general. 

La motivación externa es extrínseca, controlada y regulada desde afuera de nosotros mismos (Decy & Ryan, 2015). 

Factores 


Los factores de la motivación externa son los eventos externos que influyen para que relacionemos una conducta con sus posibles consecuencias. 


En general, son todos los recursos que pueden ser utilizados por una persona externa a nosotros mismos, para motivar nuestra conducta; recompensas, amenazas, sobornos, plazos, vigilancia, supervisión, etc., en diferentes circunstancias. 

Por ejemplo, las manifestaciones condicionadas de amor, admiración o desaprobación de nuestros padres, las calificaciones y los requisitos para la aprobación de cursos en la escuela, los salarios, la compensación y los beneficios en el trabajo, las normas morales o culturales y la aprobación social. 


Experiencia 

En la motivación externa, nos anima la posible obtención de un premio o la evitación de un castigo. Por ello, podemos sentir cierta presión externa, lo que habitualmente llamamos “trabajar bajo presión”, miedo y agitación. 


Experimentamos nuestras conductas como “buenas” o “malas”, “favorables” o “desfavorables”, de acuerdo con las consecuencias que otra persona nos dice y asumimos su sentido de urgencia y sus reglas acerca de lo que debemos hacer (Vallerand, 1997), estemos de acuerdo o no. 

En este sentido, prescindimos de nuestra propia opinión acerca de la importancia de nuestra conducta y consentimos el punto de vista ajeno; nos alienamos a nosotros mismos porque actuamos en función de contingencias externas. 


En la motivación externa, percibimos que la causa de nuestro comportamiento está fuera de nosotros mismos (deCharms, 1968). 

Consecuencias 


Con nuestra conducta podemos obtener un premio o un castigo; también podemos evitar el castigo. 

En todo caso, nuestra conducta es valorada en función de si satisface o no una demanda externa, hecha por nuestros padres, maestros, jefes, gobernantes o autoridades. 


Lo cierto es que en la motivación externa priman las expectativas y reglas ajenas, generalmente se minimiza nuestra autonomía, se maximiza el control externo y, así, se erosiona cualquier satisfacción inherente a la actividad. 

Obviamente, con la motivación externa también aprendemos conductas relacionadas con los premios o castigos que recibimos; este aprendizaje puede variar desde una respuesta condicionada externamente hasta parcialmente interiorizada por nosotros. 


Pertinencia 


La motivación externa es pertinente cuando se utiliza en las primeras fases del proceso de formación de la autonomía o del desarrollo de competencias. 


En particular, los formadores recurren a la motivación externa cuando las personas: 
  • No comprenden la importancia o beneficio de una conducta que debe realizar. 
  • No conocen las reglas, condiciones o restricciones de esa conducta. 
  • No tienen las competencias o habilidades suficientes para actuar de determinada manera. 

Por eso, la motivación externa es característica en la crianza de niños pequeños, aprendices en las primeras etapas de formación o trabajadores en su entrenamiento inicial. 


No obstante, la motivación externa debería ser evitada, siempre que la conducta es satisfactoria, en términos de gozo o disfrute por parte de quién la debe demostrar. En este caso hay que apelar a la satisfacción intrínseca como estrategia de motivación. 


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