Hay riesgos que tu generas y debes controlar.
“Quien no arriesga un huevo, no saca un pollo”; puede ser que el huevo no esté fecundado o se dañe en el proceso, pero también puede ser que nazca un hermoso pollito que más adelante puedo vender o disfrutar. Hay riesgo que algo negativo pase pero también de que algo positivo suceda.
¿Qué tanto te arriesgas?, ¿Qué dejas a la suerte?, ¿Qué controlas intencionalmente?
En un sentido muy general, riesgo es todo aquello que es incierto y puede pasar; hay riesgo de que llueva o haga sol, que gane o pierda mi equipo favorito, que me dé un resfriado, que me gane una rifa, que mañana amanezca muerto, que pase o pierda el examen, que logre hacer un importante negocio. Aquí, riesgo es muy similar a probabilidad de ocurrencia.
En la vida cotidiana le apostamos a los riesgos favorables, con la esperanza de que se materialicen: leemos a la carrera algunas páginas del libro esperando que las preguntas del examen coincidan con lo que leímos, compramos la lotería con la ilusión de que caiga nuestro número, guardamos algo que no necesitamos con la creencia de que más adelante tal vez lo usemos, nos arreglamos bien y nos perfumamos por si nos encontramos con alguien.
Es nuestra disposición a correr riesgos favorables, aquéllos en los que parece que ganamos más de lo que podríamos perder. Aquí, riesgo es muy similar a suerte o azar.
En un sentido más restringido, un riesgo es la probabilidad de que ocurra algo con consecuencias negativas en las personas o en los bienes: el paso de un huracán por nuestra ciudad, una helada repentina en nuestra finca o granja, un automóvil que pierda los frenos en una calle concurrida, un corto circuito en un almacén de telas, el asalto de un delincuente a su víctima en un callejón, el robo del erario público por parte de un ladrón de cuello blanco.
Nos damos cuenta de que hay riesgos en nuestra vida cuando nos hacemos conscientes de que somos vulnerables ante determinados peligros o que existen amenazas concretas a nuestro alrededor.
Hoy quiero invitarte a pensar en los riesgos en un sentido aún más restringido: aquellas situaciones personales que tú tienes que puedes generar con consecuencias muy negativas en tu vida y en tus proyectos.
Tu genética: ¿Tu familia tiene antecedentes de diabetes, enfermedad mental, cáncer, infarto u otras enfermedades?
Tu temperamento: ¿Tiendes a meterte en problemas, perder el control de tus emociones, ser impulsivo, sentirte la víctima, actuar con imprudencia o temeridad, dejarte llevar por los demás?
Tus creencias: ¿Tiendes a ver el lado negativo de las cosas?, ¿Consideras que eres “así” y ya no puedes cambiar?, ¿Cultivas prejuicios y discriminaciones sociales?, ¿Crees que no tienes talento, capacidades ni oportunidades?
Tus costumbres: ¿Consumes demasiado azúcar, sal, grasas, embutidos, harinas?, ¿Eres muy sedentario y haces muy poco ejercicio?, ¿Te trasnochas y duermes poco?, ¿Compras para quedar bien?
Tus vicios: ¿Pierdes el control cuando consumes alcohol o, simplemente, “se te va la mano”?, ¿Fumas?, ¿Consumes otras drogas?, ¿Todo lo dejas para después?, ¿Pides prestado a toda hora?
Tus relaciones: ¿Frecuentas malas amistades?, ¿Buscas acercarte a personas con dinero de dudosa procedencia?, ¿Te relacionas con personas que sufren y quejan por las mismas cosas que tú lo harías?, ¿Haces cosas en contra de tu conciencia sólo por no quedar mal con los demás?
Es muy importante subrayar aquellos riesgos que pertenecen a nuestra esfera personal porque, dependiendo de nuestra manera de pensar o actuar, atraemos las consecuencias negativas o las alejamos. ¡No podemos ser nuestra peor amenaza!
Comparte esta publicación, haz un comentario y sigue este blog. ¡No hay riesgos!
Es maravilloso y de gran valor la profundidad enseñable de sus escritos. Gracias
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