El arte de una respuesta “tuya” y no “copiada”.
Es el cumpleaños de alguien con quien te distanciaste. Vas saliendo de afán y alguien te llama. Tienes una celebración familiar y te llegan con entradas para un concierto imperdible. Te mandan unas fotos íntimas de alguien que conoces. Estás abordando un avión y te avisan que ha muerto un pariente. Te preguntas "¿Qué debo hacer?"
¿Cuáles son tus deberes?, ¿Qué circunstancias en tu vida son completamente nuevas?, ¿Cuáles enseñanzas debes olvidar?
Te preguntas “¿Qué debo hacer?” en circunstancias triviales de la vida diaria y en situaciones graves, frente a las cuales no tienes una única respuesta.
“¿Qué debo hacer?” es un interrogante que está entre dos extremos: “¿Cuál es mi obligación?” y “¿Qué me reclama la vida?”; a veces, el acento está más en ti y otras, está más en los demás.
En todo caso, “¿Qué debo hacer?” es la expresión de tu responsabilidad contigo y con los demás; sin embargo, la respuesta que elijas en una situación particular puede ser “tuya” o puede ser “copiada”.
Una respuesta “tuya” es aquélla que depende de tu comprensión del momento presente y de tu ubicación, es decir, de “tu-aquí-y-tu-ahora”. Algo sucede en tu entorno y tú tienes que “inventar” lo que hacer algo.
Una respuesta “copiada” es la que aprendiste de alguna figura de autoridad, en el pasado para una circunstancia más o menos parecida. Algo sucede en tu entorno y tú tienes “recuerdas” lo que debes hacer.
Tu experiencia y las enseñanzas de los “maestros” (líderes espirituales, padres, profesores o personas mayores) son valiosas como alternativas de acción pero no como decisiones obligatorias; ninguno de ellos está presente en “tu-aquí-y-tu-ahora” ni te puede remplazar en el reto de vivir tu propia vida.
Es cierto, que hay cierta subordinación en las costumbres religiosas, en las normas legales que nos rigen, en el trabajo, en las instituciones o en la familia, pero en la dimensión de lo moral, donde tú tienes que darte tu “propia” respuesta a la pregunta de “¿Qué debo hacer?”, todos somos iguales.
En el plano moral, nadie está por encima ni por debajo de otra persona. Por eso, tú tienes dos derechos que nadie te puede quitar: preguntar “¿Qué debo hacer?” y contestar con una respuesta “tuya”, cada vez que te dé la gana.
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