El bienestar es nuestra piedra filosofal.
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Salud, riqueza y eterna juventud animaron a los alquimistas a encontrar la piedra filosofal. ¡Qué bueno sería encontrarla en estos tiempos de pandemia!
El mundo necesita el arte de curar las enfermedades, transformar cualquier metal en oro y plata y devolvernos la esperanza de un mundo mejor.
¿Qué has aprendido de la cuarentena?, ¿En qué debes cambiar?, ¿Cómo estás cambiando?
El lenguaje popular evoca la promesa de los alquimistas con tres palabras mágicas “¡salud, dinero y amor!, pero seguimos sin encontrar la piedra filosofal… O, ¿sí?
«La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades», declararon los representantes de 61 Estados en el Preámbulo de la Constitución de la Organización Mundial de la Salud el 22 de julio de 1946. Una definición que parece albergar el ideal de la eterna juventud y la inmortalidad, sustentada en la compasión, la esperanza y la voluntad de renacer.
En ese momento, Europa, la Unión Soviética y gran parte del mundo, lloraban por las enfermedades de la posguerra, la destrucción de la riqueza de las naciones y la muerte de la generación más joven.
Hoy, ante un panorama similar de desastre mundial, miles de muertes por el Covid-19, la amenaza de contagio para la mayoría de la humanidad y el temor de insospechadas secuelas para quienes se recuperen, parece que viviéramos el mismo espíritu de solidaridad que impulsó la constitución de la OMS.
La invaluable y sacrificada labor de todos los profesionales de la salud, la ayuda económica llegando a personas que habían sido olvidadas por la sociedad, la capacidad de muchos negocios para reinventarse en medio de la crisis, las etiquetas de responsabilidad colectiva frente al cuidado de los más vulnerables y la disposición a compartir los avances de la ciencia contra ese enemigo común, son ejemplos de este espíritu solidario.
Como humanidad estamos expuestos, en vivo y en directo, a una pavorosa prueba: sólo somos una especie más en la naturaleza y nuestra existencia depende de nuestra capacidad para mutar antes, y mejor, que las especies que nos amenazan.
Muchos siglos atrás y hasta hace 500 años, cientos de pensadores en la antigua Grecia, en el mundo árabe y en Europa, dedicaron sus vidas a descubrir los misterios de la naturaleza y encontrar la misteriosa piedra filosofal.
Con la incertidumbre de lo que ha de venir, invitamos a uno de los últimos alquimistas a tomarse un café con nosotros.
Paracelso, gracias por atender nuestra invitación. Con su experiencia en pleno siglo XVI, ¿cómo podremos combatir y ganar esta guerra contra el Covid-19?
El médico debe ser el auxiliar de la naturaleza, no su enemigo. Lo digo porque la naturaleza es el gran médico y el hombre posee a éste en sí mismo.
¿Qué hace, entonces, el médico?
Es médico quien sabe de lo invisible, de lo que no tiene nombre ni materia, y sin embargo, tiene su acción.
¿Y cuál es esa acción suya como médico?
Cumplir la promesa que hice desde joven.
¿De qué promesa estamos hablando?
Ejercer mi medicina y no apartarme de ella mientras Dios me consienta ejercerla, y refutar todas las falsas medicinas y doctrinas. Después, amar a los enfermos, a cada uno de ellos más que si de mi propio cuerpo se tratara. No cerrar los ojos, y orientarme por ellos, ni dar medicamentos sin comprenderlo ni aceptar dinero sin ganarlo.
¿Y, en medio de todo, dónde queda la alquimia?
Muchos han dicho que la alquimia es para fabricar oro y plata. Para mí, no es tal propósito sino considerar solo la virtud y el poder que puede haber en las medicinas.
¿Entonces, desarrollaremos medicinas y vacunas efectivas para controlar la pandemia?
¡Sí, claro! Pero deben tener en cuenta que todas las sustancias son venenos, no existe ninguna que no lo sea. Sólo la dosis adecuada diferencia un veneno de un remedio.
El tiempo se nos acababa y Paracelso tenía que volver a sus investigaciones. Nos despedimos con la sensación de que la humanidad siempre ha estado amenazada a lo largo de toda su historia y que ahora debemos sintonizarnos nuevamente con nuestra responsabilidad común: “Que no sea de otro, quien puede ser dueño de sí mismo”, como él dijo al despedirse con una venia.
Tomar en serio nuestra existencia, no como un hecho individual sino como un propósito colectivo, y garantizar una mejor vida para todas las personas, es la condición que nos permitirá mutar de manera inteligente y sobrevivir, tal vez, por muchas más generaciones.
En ésta, nuestra guerra declarada contra un enemigo invisible y letal, el mundo sigue necesitando una visión ideal y, ojalá no imposible, que nos guíe en la reconstrucción social y económica de nuestra sociedad, con un proyecto global equitativo y sostenible donde haya espacio para el bienestar de todas las especies.
Tal vez, por eso mismo, porque funciona como una versión moderna de la piedra filosofal con su promesa de “completo bienestar”, la definición de salud no ha sido modificada desde 1947.
Llegó la hora de transmutar no el cobre en oro o plata, sino nuestro propio proyecto de vida y de humanidad, para lograr sobrevivir esta pandemia, lograr el bienestar de todos, alcanzar la sabiduría y, tal vez, ¡conquistar la eterna juventud!
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