Tips desde la teoría de la evaluación cognitiva (TEC)
(Al final, hay un video de esta publicación)
Mi hijo, que ya es un universitario, me comentó que él disfruta mucho aprender a hacer cosas nuevas que pueda hacer por su cuenta, al estilo del “hágalo usted mismo”.
Eso me transportó al momento cuando le enseñamos a caminar: lo sosteníamos desde atrás y lo animábamos a mantenerse en pie, a guardar el equilibrio, a dar un pasito, a avanzar y, luego, a llegar hasta las manos de su mamá, en medio de palabras cariñosas y aplausos.
Todo aprender es una aprender a caminar por nuevos caminos o de forma distinta.
¿Cuáles han sido tu aprendizajes más valiosos?, ¿Cuáles educadores han dejado huella en ti?, ¿A quiénes debes educar hoy?
Quienes somos padres, maestros o administradores sabemos que es muy importante contribuir al desarrollo de las competencias de nuestros hijos, estudiantes o trabajadores.
Cuando la educación reconoce la situación, las expectativas y los recursos internos del individuo, se convierte en una estrategia fundamental para facilitar el desarrollo de competencias.
La educación también tiene que ser significativa, en el sentido de empoderar a las personas para transformar su situación y construir su proyecto de vida.
En el día a día de nuestra vida familiar, de los horarios de clase o de la jornada de trabajo, somos puestos a prueba en nuestra capacidad para brindar una educación pertinente y significativa; usualmente nos valemos de demostraciones, instrucciones y secuencias de acciones, para acompañar y facilitar el proceso de aprendizaje.
Estos recursos educativos deben involucrar la comunicación positiva con el aprendiz y la propuesta de retos óptimos, en función de los aprendizajes previos de la persona; al fin y al cabo, los tiempos del “la letra con sangre entra” ya han sido superados: nadie debe aprender a la brava y sin estar preparado para ello.
La comunicación positiva y los retos óptimos, orientados a promover la efectividad del educando, facilitan el aprendizaje y desarrollo de las competencias necesarias para vivir, trabajar, innovar y disfrutar la vida.
Tener tales competencias significa tener la capacidad para “hacer en un contexto determinado” lo que es bueno para el sujeto y para la sociedad.
Por eso, nuestros hijos, estudiantes o trabajadores deben percibir que son capaces de hacer lo que se requiere y que, principalmente, ellos eligen hacerlo.
Dicho con otras palabras, debemos promover que perciban su competencia (Vallerand y Reid, 1984) y su autonomía -locus interno de causalidad- (Fisher, 1978; Ryan, 1982) en el proceso educativo, si queremos hablar de una verdadera “educación por competencias”.
Así, entonces, con una comunicación positiva y retos óptimos, que apoyen la competencia y la autonomía de los individuos, podremos mantener e incrementar su motivación intrínseca cuando ellos estén en condiciones que propician tal experiencia.
Lo que nosotros hagamos o dejemos de hacer tendrá siempre un impacto muy importante en el desarrollo de las personas, de cualquier edad o condición, porque si utilizamos los recursos apropiados, estaremos atendiendo sus necesidades básicas psicológicas y, con ello, fomentando sus propios recursos internos, su salud y su bienestar psicológicos.
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