sábado, 29 de junio de 2019

Superhéroe al rescate

Cómo fortalecer a nuestros hijos y estudiantes. 


Un recién nacido depende mucho del cuidado de sus padres y de un entorno favorable para sobrevivir. Pero, ¿Es vulnerable? 

¿Cuáles problemas no tienes miedo de enfrentar y resolver?, ¿En qué situaciones te sientes vulnerable?, ¿Qué haces para ayudar a otros a ser menos vulnerables? 

Un ser humano vulnerable se caracteriza por tener mucho riesgo de ser herido, física o moralmente; desde este punto de vista, los bebés, los niños y los adolescentes, son verdaderamente vulnerables. 


No obstante, requerir muchos cuidados y estar expuestos a múltiples riesgos en las primeras etapas de la vida, sólo es una condición natural, común a muchas especies biológicas: la mayoría de las crías de mamíferos son vulnerables y requieren la protección de los mayores. 

Esta vulnerabilidad es inevitable porque hace parte de nuestro desarrollo como personas y depende, en gran medida, de factores biológicos, psicológicos y ambientales. 


Sin embargo, los adultos debemos estar alertas respecto de algunas pautas de crianza o educación que pueden mantener a lo largo del tiempo la vulnerabilidad de los más pequeños o, incluso, la pueden incrementar; por ejemplo, el modelo educativo del “Superhéroe al Rescate” que algunos padres o maestros podemos actuar. 

Este modelo resulta inadecuado para la crianza o educación de los menores, porque distorsiona: 
  • Su idea de enfrentar los problemas: dándoles a entender que necesitan a toda hora la intervención de los adultos “todopoderosos”. 
  • La noción de solución de problemas: insinuando que necesitan siempre alguien que los ayude a escapar del peligro. 

La vacuna contra este modelo que perpetúa y acrecienta la vulnerabilidad, puede ser descrita por las siguientes consignas: 
  • Nadie es perfecto ni se nos pide perfección. 
  • Tenemos la capacidad de adaptarnos a las circunstancias. 
  • Probemos cosas nuevas. 
  • Las cosas no siempre resultan como las queremos. 
  • Hay riesgos que podemos prevenir a tiempo. 
  • Podemos enfrentar los problemas y obstáculos. 
  • Los errores nos sirven para saber que todavía no estamos preparados. 
  • Aprendemos mucho del ensayo y del error.
  • Podemos asumir un nivel normal de conflicto y de estrés cotidiano. 
  • Fortalecemos nuestros sistemas inmunológico, óseo y muscular. 
  • Desarrollamos nuestras habilidades, destrezas y competencias. 
  • Evitemos hacer el papel de víctimas. 

Si interiorizamos estas consignas y las manifestamos con nuestras actitudes diarias, tal vez nuestros hijos o estudiantes aprendan que no necesitan un “Superhéroe al Rescate” y que aprender de problemas o errores sea una de nuestras ventajas evolutivas más importantes. 


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sábado, 22 de junio de 2019

Educar y liderar personas comprometidas

Más allá de la estrategia de “la zanahoria o el garrote”. 


Una deliciosa fogata, en la playa, el campo o nuestra chimenea, nos transmite su calor y energía, pero no es para siempre… Cuando se acaba la leña, se va apagando poco a poco. 


¿Actualmente, cuáles son tus compromisos más importantes?, ¿Cuándo te gustaría actuar con más compromiso?, ¿Qué haces para que los demás se comprometan? 

Desafortunadamente, ésta también parece ser la historia de algunas personas: en el colegio, la universidad, el trabajo, la vida de pareja, un proyecto o en su existencia, se van apagando poco a poco, a pesar de su compromiso inicial. 


Compromiso es una conducta que tiene varios significados: 
  • Una decisión personal de alcanzar algo 
  • La fuerza interior (adhesión) en la intención 
  • La manifestación pública de la intención 
  • La acción o dedicación al hacer y alcanzar ese algo 

Estos significados pueden ser interpretados como momentos sucesivos en el proceso de comprometerse con algo o como diferentes niveles de compromiso. 

En todo caso, el compromiso de manera general, puede definirse como la determinación de asumir una tarea o actuar conforme con un objetivo. 


El compromiso es una conducta muy frecuente en las personas y se manifiesta en los más variados campos y circunstancias. Sin embargo, lo opuesto, es decir la  apatía o pasividad, también es una conducta muy probable, sugiriendo que compromiso y pasividad son los polos de una respuesta humana frente a los retos y desafíos de la cotidianidad. 


Hace muchos años, el psicólogo Douglas McGregor (1960) caracterizó dos estilos administrativos con las letras “X” o “Y”, explicando que quienes se inclinan por el estilo “X” consideran que el ser humano tiende a la pasividad, mientras que quienes prefieren el estilo “Y” piensan que es activo y motivado. Esto es una simplificación de la famosa Teoría X-Y, pero válida para nuestro propósito ahora. 


¿Cómo podemos fortalecer el compromiso en nosotros mismos y en los demás? Tradicionalmente, en la educación y en el gobierno corporativo, se ha entendido que tenemos dos opciones: "la zanahoria o el castigo":
  • Algunos padres de familia o dirigentes son más inclinados a la “zanahoria” porque, tal vez, consideran que los hijos, trabajadores o ciudadanos son activos y motivados (Teoría Y).
  • Otros preferirían más el “castigo” porque, quizás, piensen que los subordinados son perezosos, pasivos o negligentes (Teoría X). 

En este sentido, la dedicación de una persona con una tarea u objetivo, puede estar determinada por: 
  • El valor de la tarea u objetivo. 
  • El interés de la persona. 
  • La búsqueda de la excelencia 

O por: 
  • El miedo a otra persona. 
  • La coerción ejercida por un tercero. 
  • El “soborno” ofrecido (cualquier incentivo externo). 

Pero más allá de la estrategia de la “zanahoria o el garrote” está la Teoría de la Autodeterminación propuesta por Deci y Ryan (2000): el compromiso con una tarea o un objetivo es más evidente cuando los individuos experimentamos un ambiente que apoya nuestra competencia, nuestra autonomía y nuestra necesidad de relacionarnos positivamente. 


En resumen, podemos hacer que nuestras familias, escuelas, organizaciones, sean entornos que favorezcan la satisfacción de nuestras necesidades psicológicas, para contar con niños, jóvenes y adultos comprometidos con su propio bienestar y el bien común. 


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domingo, 16 de junio de 2019

Alas de libertad

Cuando triunfa nuestra autorregulación. 


Los hijos adolescentes ya no aceptan estar en casa “antes de las 12 de la noche” porque apenas están saliendo a divertirse a las 10 u 11 de la noche… Las reglas van cambiando con las generaciones. 

¿Cuáles son las tres reglas más importantes que guían ti vida?, ¿Qué reglas has eliminado?, ¿Con cuáles reglas no estás de acuerdo? 

En la Teoría de la Autodeterminación (Deci y Ryan, 2000) la autorregulación y la motivación intrínseca constituyen los componentes más auténticos de la autonomía. Hablemos brevemente de la autorregulación


La regulación puede entenderse en dos sentidos complementarios (RAE, 2019): 
  • Ajustar el funcionamiento de cualquier sistema para que cumpla determinados fines. 

  • Determinar las reglas o normas que debe seguir alguien o algo. 

La autorregulación es la “acción y efecto de autorregularse”, es decir, regularse por sí mismo. Por lo tanto, la autorregulación también debe interpretarse en dos sentidos: 
  • Ajustar nuestro propio funcionamiento y comportamiento para alcanzar determinados fines. Por ejemplo, la autorregulación natural de la homeostasis (para preservarnos a nosotros mismos) y la autorregulación cultural de todos los procesos de planificación (para hacer realidad diversos propósitos). 

  • Determinar las reglas o normas que debemos seguir en diferentes situaciones. Por ejemplo, nuestra autorregulación al imponernos códigos de conducta (valores, estándares éticos), vestimenta, relaciones, etc., para relacionarnos efectivamente. 

Nuestra autorregulación depende tanto de las “leyes naturales” físicas, químicas y biológicas que nos constituyen como seres vivos, así como de las “leyes culturales” de los procesos psicológicos y sociales que hemos desarrollado, que nos constituyen como seres sociales. 

Es decir, estos dos sentidos de la autorregulación no son excluyentes sino complementarios porque necesitamos autorregularnos, dado que, aún como individuos, somos sistemas vivos inmersos en sistemas complejos (familia, escuela, sociedad), viviendo, sobreviviendo y conviviendo, a la par que perseguimos objetivos, sueños y aspiraciones propias y compartidas. 


Cuando nos autorregulamos con flexibilidad, descubrimos la capacidad que tienen las reglas para liberarnos y ayudarnos a volar. 

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sábado, 8 de junio de 2019

Hagamos más positivo nuestro cambio

Integrando reglas a nuestra personalidad. 


¿Cómo no sentirnos abrumados por tantos cambios que hay en nuestra vida? 


Cuando crecemos o pasan los años, adoptamos nuevas actitudes y conductas para nuestro bienestar. 

Cuando tenemos un problema de salud, debemos cambiar hábitos para recuperarnos. 

Cuando cambiamos de residencia, de colegio, de universidad o de trabajo, cambiamos expectativas, costumbres y relaciones para adaptarnos al nuevo ambiente. 


¿Cuáles son los cambios recientes más significativos en tu vida?, ¿Cuándo has cambiado con más facilidad?, ¿Cómo puedes adaptarte mejor a los cambios? 


Hay dos retos que se nos imponen cuando hay cambios en nuestra vida o en la vida de las personas que cuidamos: 
1. Que los nuevos comportamientos sean satisfactorios y gratificantes: responsabilidades, tareas, acciones, actitudes y relaciones
2. Que las nuevas regulaciones sean comprendidas y adoptadas: procesos, procedimientos, técnicas, instrucciones, reglas


Los cambios nos resultan menos abrumadores y más eficaces cuando nos regulamos “desde adentro” y estamos motivados, esto es, cuando hemos integrado, como propias, las nuevas regulaciones y estamos intrínsecamente motivados. 

Para que esto suceda, tenemos que realizar un proceso psicológico que se suele llamar Integración: consiste en comprender y adoptar las regulaciones externas, es decir, aquellas que son ajenas a nuestro comportamiento habitual, de tal manera que ya no las consideremos “externas” sino emanadas auténticamente de nuestro “yo”. 


Tres ejemplos: 

Saludar, agradecer, ser educados, hacer las tareas, cumplir horarios, elegir buenos amigos, respetar a los demás, dejan de ser reglas de los mayores y pasan a ser actitudes con las que nos sentimos plenamente identificados. 


Consumir muy poco azúcar o sal, reducir los carbohidratos o el tamaño de las porciones, beber dos litros de agua, hacer ejercicio, dormir ocho horas, tomar los medicamentos o los suplementos alimenticios a las horas indicadas, ya no son instrucciones médicas sino costumbres nuestras. 


Nuevos horarios, nuevos lugares, nuevos códigos de vestimenta o de comportamiento, nuevas personas con quienes debemos relacionarnos, nuevas responsabilidades, dejan de ser “nuevas” y progresivamente nos familiarizamos con tales condiciones que llegamos a considerarlas “nuestras”. 


Gracias a que integramos las regulaciones de los mayores, de nuestros cuidadores o de las instituciones, éstas ya no nos resultan ajenas y las consideramos guías para nuestra actuación, de acuerdo con las diferentes dimensiones o situaciones en las que estemos. 

Padres de familia, profesores, médicos, psicólogos, entrenadores, supervisores y gobernantes, tenemos el reto de facilitar el proceso de integración de las regulaciones que convienen a los individuos, si queremos ser efectivos en nuestro rol, incrementar la motivación y proteger el libre desarrollo de la autonomía. 

La auténtica motivación de los seres humanos, niños, jóvenes o adultos, incluye el hecho de integrar la regulación que sustenta la conducta intrínsecamente motivada. 

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domingo, 2 de junio de 2019

Nuestro bienestar depende de la motivación

La importancia de la internalización. 


Fortalecer relaciones cercanas o íntimas, defender causas significativas o cultivar estilos de vida saludables, se basan en nuestra autodeterminación y motivación.


Mantener una dieta estricta, conservar el peso alcanzado, controlar los niveles de azúcar en la sangre, realizar las terapias o tomar los medicamentos durante el tiempo necesario, son retos médicos que también se basan en el compromiso de los pacientes. 


¿Quiénes han influido en lo que te gusta hacer?, ¿Cuáles actividades te gustan?, ¿En dónde debes poner más motivación y compromiso? 

Nuestro bienestar depende, en gran medida, de la manera como nos relacionamos con los demás y con el medio ambiente. La manera como nos relacionamos con todo aquello que está “afuera” de nosotros mismos, se refleja en nuestras interpretaciones, actitudes y comportamientos. 

Por ejemplo, si decimos “el fútbol es una pérdida de tiempo”, “nunca gastaría tanto dinero en una entrada a una final” y “prefiero irme al cine”, estamos adoptando una relación antagónica con el fútbol; en cambio, nuestra relación con la Champions League es muy distinta si decimos: “esa final es algo digno de verse”, “me gusta mucho el fútbol” y “vamos a tu casa para ver el partido”. 


Cuando nuestra relación con los otros y nuestro entorno, responde a nuestras características individuales, a la regulación imperante y a nuestro propio estilo de vida, la consideramos una relación adecuada o funcional, en términos adaptativos. 

Afortunadamente, en nuestro ejemplo de la final de fútbol, ambas opciones son funcionales porque hay personas con gustos muy variados, los ciudadanos tenemos libertad de elegir nuestros pasatiempos y hay muchas maneras de pasar una tarde. Unos disfrutan el mero hecho de ver o estar en la final de la Champions y otros irían sólo si fueran “obligados” por alguien o por las circunstancias. 


Los primeros, están intrínsecamente motivados para ver el partido y los segundos están desmotivados o no motivados para hacerlo. 

Pero en la vida, hay muchas situaciones donde tenemos que adoptar conductas y reglas que no nos motivan intrínsecamente; por ejemplo, cuando recibimos tratamientos médicos incómodos o dolorosos, cuando tenemos que obedecer a nuestros jefes o figuras de autoridad, o cuando queremos agradar a nuestros padres, maestros o pareja, haciendo lo que a ellos les gusta. 


La adopción de tales conductas, con las correspondientes reglas, valores, actitudes y modelos, generalmente la denominamos internalización porque alude al hecho de incorporar algo de afuera hacia adentro, esto es, algo que está en nuestro entorno y queremos, o debemos, mostrar como propio. 


Por ejemplo, si nuestro padre, o nuestro jefe, nos invita a ver el partido de fútbol, aunque no sea de nuestro interés, tal vez veamos una oportunidad de fortalecer esa relación, o aprender de fútbol, y queramos acompañarlo. Este proceso implica que internalicemos la hora y el lugar del encuentro, la vestimenta apropiada, las cosas que hemos de decir o callar, la oportunidad y la manera de celebrar, el equipo al cual le haremos barra, etc. 

La internalización es un proceso relevante en todos los escenarios de crianza y educativos, así como en una variada gama de situaciones sociales en las que nos vemos sumergidos constantemente: trabajo, tratamientos médicos, entrenamientos, diversión, etc. 


La efectiva internalización de comportamientos relevantes, hasta el punto de que puedan motivarnos, depende de nuestras experiencias previas, de nuestras necesidades psicológicas y de factores situacionales, de acuerdo con lo que sostiene la Teoría de la Autodeterminación (Ryan y Deci, 2000). 

Si tales comportamientos relevantes son asociados a figuras significativas con quienes queremos fortalecer la relación interpersonal o con el desarrollo de nuestras competencias, es más probable que sean internalizados más efectivamente. 

En resumen, la internalización es una forma de relacionarnos con nuestro entorno psico social y consiste en incorporar reglas, valores, actitudes y modelos de comportamiento que están “afuera” para hacerlos propios en procura de nuestro bienestar… Hacemos parte de sistemas dinámicos que nos resultan esenciales para vivir: internalizamos de manera similar a como nos alimentamos, nos hidratamos, respiramos o disfrutamos la puesta del sol. 


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