sábado, 23 de febrero de 2019

La libertad

Una experiencia humana más acá de las ideologías. 


Una de las cosas más hermosas que distinguen a los niños es su creciente libertad: aprenden a caminar, hablar, dibujar, decir “No”, jugar en el parque y, con ello, aprenden a ser libres. 

(Apreciado lector: este post no contiene más imágenes porque nuestra plataforma está funcionando incorrectamente. Discúlpanos por publicar sólo texto)
¿Cómo fomentas tu libertad?, ¿Cómo usas tu libertad?, ¿Cómo puedes hacerte más libre de verdad? 

Todos hemos tenido experiencia de la libertad; en algunos momentos o situaciones nos hemos sentido más libres y en otros, menos libres. Pero, es innegable que “sabemos” cuándo nos sentimos libres y cuando no. 

El regalo de la libertad es algo que acompaña, de manera dosificada, nuestro proceso de crecimiento y desarrollo. A medida de que transcurre nuestra vida, experimentamos más libertad, tal vez, porque más la necesitamos. 


Las libertades que requiere un niño o un adolescente son distintas a las exigidas por el joven o el adulto, tanto en calidad como en cantidad. La vida nos ofrece una experiencia dinámica de la libertad, de manera proporcional a nuestra propia transformación. 

En la madurez o la vejez, con la disminución de algunas libertades físicas, se fortalece el sentido de la libertad de conciencia, emocional, intelectual y social: pasos que nos atrevimos a dar antes o caminos que no quisimos recorrer, podrían ya no sernos tan ajenos. 

El proceso humano parece muy cercano a la vivencia innegable de la libertad y de las condiciones sociales que sofocan o permiten florecer la libertad. No tenemos duda de que la libertad existe, nos es dada o nos es restringida. 


Incluso, muchas de las religiones o filosofías han concebido la vida como un proceso de liberación y también interpretan la muerte como un evento de libertad, de liberación, de trascendencia. 

No obstante, la reflexión humana no es consistente ni suficiente para reflejar nuestro sentido de la libertad. Hay posturas filosóficas o científicas que niegan la libertad humana, mientras que otras la afirman y defienden; en la controversia intelectual acerca de la existencia o no de la libertad, pareciera que se manifiesta la insuficiencia de nuestra lógica para abarcar aquello tan cercano e inmenso que llamamos libertad. 


Tal vez, ello suceda porque la libertad es una abstracción de la mente humana para referirnos a la experiencia concreta y momentánea de valernos por nosotros mismos. 

El concepto libertad pretende agrupar momentos tan distintos como servirnos nuestro propio refresco, aspirar el aroma del bosque, nadar en un río, reír sin vergüenza, conocer nuevos amigos, expresar nuestras opiniones, viajar, hacer cosas nuevas, elegir qué comer o a dónde ir. 


Nuestra experiencia nos informa de nuestra libertad, precisamente porque vivimos momentos específicos, con los cuales hemos construido la noción de “libertad”. Son momentos y vivencias íntimos, que ilustran un concepto, pero que son aún más valiosos que su definición porque la vida misma está compuesta de momentos y no, tanto, de abstracciones. 

En el arte de vivir, disfrutar y hacernos conscientes de nuestros momentos de libertad, fortalece nuestra autonomía y reinventa nuestra humanidad. 


Estos momentos de libertad, a veces surgidos de decirle "no" a lo que nos ata, esclaviza o limita, refuerzan nuestra autonomía y motivación. 

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