La paradoja del convivir.
(Al final, hay un video de esta publicación)
Imagina a Juan, un náufrago que nada hasta una isla solitaria; busca comida, agua dulce y un refugio para sobrevivir. Pasan los días y se acostumbra a vivir de modo que puede sobrevivir por largo tiempo; contempla el crepúsculo, desarrolla algunas habilidades nuevas, recorre la isla y explora el horizonte para localizar un eventual rescate. Al cabo de muchos días, otro náufrago, María, llega a su isla y Juan tiene que tomar una decisión.
¿Cuáles son tus necesidades?, ¿Qué te motiva?, ¿Qué haces por tu familia y compañeros?
Juan ha deseado, por muchos días y noches, ser rescatado; lo que no había imaginado era que un día vería nadar hasta la playa a María.
Ahora, imagina dos actitudes completamente opuestas de Juan:
Primera actitud
Juan se sorprende con la llegada de María, se compadece del estado en que llega, le brinda agua fresca y comparte sus escasos alimentos. Juan se alegra por la llegada una compañera, ya tiene con quien conversar y con quien compartir la esperanza de ser rescatados algún día. Juntos construyen un refugio para María.
Segunda actitud
Juan se molesta con la llegada de María. Se esconde y no la auxilia con la intención de que muera, porque observa el deplorable estado en que se encuentra. No obstante, María sobrevive y cuando ya es inevitable compartir la isla, Juan utiliza su fuerza, habilidades y conocimientos para hacerle la vida insoportable a María.
Somos las dos actitudes de Juan
A veces, somos capaces de actuar en favor del otro, aún con esfuerzo, de manera desinteresada y con alegría, teniendo en cuenta las necesidades de la otra persona y mirando principalmente la utilidad de lo que podemos aportar.
Otras veces, lo que tenemos o hacemos es más importante que la otra persona, nos sentimos amenazados, no mostramos empatía por quien llega a nuestra isla y nos aprovechamos de ella.
La paradoja de convivir
Los seres humanos tenemos tres necesidades psicológicas básicas: crecer en autonomía, desarrollar nuestras competencias y contar con buenas relaciones.
Sin embargo, a veces, descuidamos la tercera porque nos enfocamos excesivamente en proteger nuestra autonomía y lograr el perfeccionamiento individual.
De la misma manera, tenemos tres motivos fundamentales que nos animan: poder, logro y afiliación. Sólo que, a veces, nuestro deseo de controlar a los demás y de sobresalir, nos hace pasar por encima de los demás.
Es paradójico que, como en la segunda actitud de Juan, el amar y ser amados sea desconocido por nosotros mismos, sólo por darle más importancia a nuestra autonomía, competencia, sed de poder o de logro individual.
En la medida de que somos una especie social, nuestra autonomía y nuestras competencias, sólo son significativas en el contexto de nuestras sanas relaciones con los demás.
A veces, cual náufragos solitarios y egoístas, olvidamos el valor de convivir con otros y el poder sanador de una relación generosa con los demás.
Tú decides cómo quieres que sea tu relación con los demás.
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