domingo, 5 de abril de 2020

Entre el malestar y el bienestar en la crisis

Cuatro historias en la pandemia.


(Al final, hay un video de esta publicación) 

Katherine escuchó las noticias de la pandemia, mientras desayunaba en el balcón de su casa que da al campo de golf de su condominio campestre. “¡Qué tragedia tan terrible estamos viviendo!”, pensó. 

¿Cuáles son tus necesidades?, ¿Cuáles son tus condiciones sociales?, ¿Qué haces por tu bienestar? 

Sin embargo, la vida de Katherine sigue siendo más o menos la misma. Como hace parte de la familia propietaria del grupo financiero más poderoso del país, sólo ha tenido que hacer dos o tres ajustes en su estilo de vida para adaptarse a la cuarentena. 

Para Katherine, sus necesidades vitales siempre han estado resueltas y, hasta ahora, parece que seguirá siendo así. Por su situación muy privilegiada, no hay carencias en su vida que le causen malestar, que puedan concretarse en una enfermedad o que amenacen su seguridad de manera inminente, salvo la amenaza global de la pandemia. 

Por otra parte, Katherine experimenta el bienestar que resulta de poder aportar su propio sello personal al trabajo de los demás, de contar con las competencias que necesita para resolver los asuntos empresariales y de mantenerse en contacto con las personas más significativas en su vida. 

En cambio, para su vecina Johanna, las cosas cambiaron radicalmente hace seis días cuando fue diagnosticada con el Covid-19. La debilidad en todo el cuerpo, la dificultad para respirar, la fiebre y la constante tos, no sólo le causan mucho malestar sino que también le afectan el sueño y le hacen temer un desenlace fatal, aunque su médico todavía no ha considerado la hospitalización. 

Independientemente del curso de su enfermedad, Johanna ha venido sintiendo que está a merced del virus, que no tiene la capacidad para enfrentarlo y que el aislamiento la “está volviendo loca”. Su autonomía, sus logros y sus buenas relaciones profesionales, que siempre le habían brindado esa sensación general de bienestar, no evitan su miedo, tristeza y angustia. 

Ayer, mientras Katherine regaba las flores de su antejardín, el médico que atiende a su vecina pasó por el frente y ella aprovechó para preguntarle por Johanna; en la conversación, pensando que tal vez pudiera ayudarla, le ofreció prestado un respirador para la apnea que había comprado hace tres años. Él le contestó que era un equipo muy diferente a los respiradores que se utilizan en las UCI, pero que podría darle un poco de tranquilidad a Johanna y ayudarla a descansar. 

Lo que más la impactó fue toda la carga física y emocional que Luis Carlos está sobrellevando. Turnos de más de doce horas en un hospital de primer nivel y muy pocas horas de sueño han desmoronado, en las últimas semanas, todas las certezas que tenía sobre su capacidad para mantenerse saludable y proteger a su familia. 

Luis Carlos también le comentó que en el hospital, así como él, todo el personal de salud se siente desbordado por las circunstancias e impotente frente a tantos pacientes por atender. 

Las circunstancias del trabajo de Luis Carlos y los riesgos para su salud, le están generando mucho malestar. No obstante, como ama su profesión, tiene una profunda vocación por servir y rige su vida por el principio de hacer el bien a todos, siente que ese desafiante trabajo también es fuente de bienestar para su vida. “Algo paradójico, pero te diría que ser médico es lo peor y lo mejor que me ha pasado”, dijo al despedirse de Katherine. 

En la tarde, Teresa, la empleada doméstica de Johanna, pasó a recoger el respirador y así fue como Katherine se enteró de sus dificultades familiares. Al esposo, lo liquidaron a comienzos de mes y ella no está segura de que pueda seguir trabajando para Johanna porque en su casa le dicen que no se siga exponiendo a un contagio. 

Teresa sabe que su familia ahora depende exclusivamente de su pequeño sueldo, pero comparte claramente el temor de su familia por el riesgo de enfermar, a pesar de los cuidados que está teniendo. “Una no puede ver donde están esos bichos y en cualquier momento me pueden atacar”, le dijo a Katherine. 

Teresa ya sabe lo que es perder, de la noche a la mañana, la mitad del ingreso familiar y no contar con ahorros ni recursos que lo compensen. También se siente desmoralizada por los saqueos de dos tiendas comunales en su barrio, la indisciplina social de muchos y los malos pronósticos de la situación. 

Katherine se conmovió y le dijo que pasara más tarde a recoger algunas cosas de mercado que ella le quería regalar para que llevara a su casa. “¡Cómo le cambia la vida a muchas personas!”, pensó para sus adentros. 

A pesar de estar relacionados en cierta manera, Katherine, Johanna, Luis Carlos y Teresa, están experimentando efectos muy distintos de la pandemia. 

La satisfacción de nuestras necesidades depende, en gran medida, de cómo nos afectan las condiciones ambientales y esto depende, también, tanto de nuestros recursos internos como de las condiciones sociales. El sentimiento de hacer el bien a los demás, puede potenciar nuestra sensación de bienestar

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Basado en 
Martela, F., Ryan, R.M. Distinguishing between basic psychological needs and basic wellness enhancers: the case of beneficence as a candidate psychological need. Motiv Emot 44, 116–133 (2020). https://doi.org/10.1007/s11031-019-09800-x


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