sábado, 7 de septiembre de 2019

No les exijas que sean autónomos

Si tus estudiantes o empleados deben obedecer a una Dirección [férrea]. 

Cuando jugábamos con canicas, esas bolitas multicolores de cristal, todos sabíamos en qué dirección debíamos golpearlas; los jóvenes de ahora, saben en qué dirección deben disparar y en qué dirección deben correr, dentro del campo de paintball. 


¿En qué dirección va tu vida?, ¿Quién marca el rumbo de tu vida?, ¿Qué caminos quieres seguir? 

La dirección es una característica muy importante de cualquier movimiento y, por consiguiente, de la conducta motivada. 


El diccionario (DLE, 2018) define “dirección” como “acción y efecto de dirigir”, de ahí que nuestro término clave sea “dirigir” que consiste en: 

1. “Enderezar, llevar rectamente algo hacia un término o lugar señalado”: recordemos como cambiábamos la posición de nuestro cuerpo, cómo trazábamos una línea imaginaria, cómo limpiábamos el terreno y cómo calculábamos la posición del dedo índice, para dirigir nuestra mara hacia la del adversario. 

2. “Guiar, mostrando o dando las señas de un camino”: pensemos en los gestos y señales de los jugadores de paintball cuando se organizan para avanzar y vencer al equipo contario. 


Por lo tanto, “dirigir” tiene que ver con el camino que lleva algo a un punto determinado, lo cual tiene mucha similitud con una de las acepciones de “dirección”: 

“Camino o rumbo que un cuerpo sigue en su movimiento”: si marcáramos cada uno de los puntos por los que pasa una bolita de cristal en movimiento, cada jugador de paintball en su ataque o huída, cada pelota de pintura que se dispara, esa sucesión de puntos casi en línea recta nos indicaría la dirección del movimiento. 


Pero también “dirección” puede significar un trayecto normativo, es decir, un camino o rumbo que alguien debe seguir cuando está sujeto a cierta autoridad: 

“Consejo, enseñanza y preceptos con que se encamina a alguien”: la educación, la administración laboral, la religión, la ideología y la moral, son formas sociales de dirección, mediante las cuales cada uno sabe en qué dirección moverse, esto es, en qué dirección debe pensar, sentir o actuar. 


De manera, aún más general, el diccionario también define dirección como la “Tendencia de algo inmaterial hacia determinados fines”

En nuestra vida práctica, nuestra dirección está manifestada en nuestras acciones, intenciones, deseos, objetivos y propósitos. Siempre hay un rumbo ya trazado o un camino por recorrer. 


Y es precisamente la dirección de nuestra conducta motivada lo que aquí nos interesa, porque tal dirección puede provenir de una fuerza externa o de nosotros mismos; por ello, hablamos de motivación extrínseca o motivación intrínseca. 

Cuando la dirección corresponde a una autodirección de nosotros mismo, se genera un sentido de autonomía en la acción y, por lo tanto, se fortalece la motivación intrínseca (Deci & Ryan, 1985). 


De manera que hay cierta paradoja en la existencia de una “Dirección” en las instituciones educativas o en las empresas, cuando éstas y aquéllas pregonan la autodirección de los estudiantes o empleados. Cuando esto sucede, se generan dos fuerzas contrarias: la dirección que marca el “Director” y la dirección que sigue cada individuo. 

Por eso, cualquiera que tenga un cargo de “dirección” -sea padre de familia, maestro, supervisor, líder, “influencer”- necesita aplicar una gran sabiduría -que debe revelarse en términos de la técnica o metodología apropiada- para estimular la autonomía y la motivación intrínseca en sus dirigidos. 


Si no tiene esta sabiduría, podrá ser un gran “Director” pero no de personas autónomas, sino de sujetos subordinados que hoy le obedecen pero que mañana pueden seguir el rumbo de otros vientos. 


En cambio, si la “Dirección” se pone al servicio de la autonomía, de las competencias y de las relaciones necesitadas por los niños, jóvenes y adultos, en nuestras familias, colegios y empresas, será un catalizador del desarrollo de la personalidad y de nuestra felicidad. 

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