El poder que nace de la persistencia.
Un actor de cine que gana el Oscar después de cinco nominaciones, un candidato que llega a la Presidencia de su país después de tres campañas, una nadadora de 64 años que logra llegar a la Florida desde Cuba después de 4 intentos fallidos.
¿Qué has logrado después de varios intentos?, ¿En qué cosas se te facilita ser persistente?, ¿Qué tareas abandonas cuando encuentras dificultades?
Muchos son los ejemplos de personas que han logrado sus metas con base en su persistencia.
La persistencia, junto a la preferencia y el vigor, es uno de los factores o criterios de la conducta motivada (Beck, 1978); nada más convincente que una persona dedicando mucho tiempo a una actividad y su inclinación a mantenerse en ella, como manifestación de su auténtica motivación.
Cuando disfrutamos las tareas o nuestros pasatiempos “hay más interés, excitación y confianza, lo cual a su vez se manifiesta en tanto en un incremento del desempeño, la persistencia, y la creatividad” (Deci & Ryan, 1991; Sheldon, Ryan, Rawsthorne, & Ilardi, 1997).
La persistencia se define (French, 1948, citado por Galimberti, 2002) como perseguir “un objetivo con disposición a aceptar y superar dificultades y obstáculos gracias a una fuerte motivación orientada al logro del objetivo” (logro), aunque también puede tratarse de la persistencia orientada al fortalecimiento de las relaciones interpersonales (afiliación) o a la consolidación de una posición privilegiada (poder).
Nos hemos acostumbrado a ver la persistencia como una característica positiva del comportamiento creativo o emprendedor. Sin embargo, en el contexto de las anomalías mentales, la perseveración que consiste en la “repetición monótona y sin propósito de un comportamiento verbal o gestual que no se consuma ni siquiera después de haber alcanzado el objetivo por el que se inició”, es una variante particular de la persistencia que no constituye una virtud (perseverancia).
La diferencia entre persistencia y perseveración radica en el hecho del significado de la conducta en el contexto específico donde se ejecuta. Veámoslo con un ejemplo relacionado con la famosa “cantaleta” de los padres hacia los hijos:
- El papá o la mamá de un joven, cuando va a salir con sus amigos, le recuerda que debe ser prudente con el consumo de licor; se lo dicen cada vez que va a salir pero sólo una vez en ese momento. Son persistentes con el mensaje.
- El papá o la mamá le recuerda que debe ser prudente con el consumo de licor, que la última vez tomó en exceso, que la otra vez ni se acuerda de lo que pasó, que una vez casi se pone a pelear, que está tomando mucho, que esos amigos no le convienen, que lo van a volver a castigar, que no puede llegar a casa borracho… Su mensaje peca por perseveración.
En términos educativos, la persistencia puede destacar algunos valores y puede ser una herramienta de formación, pero la perseveración aleja y deteriora la relación entre mayores y educandos.
Sin embargo, la principal diferencia entre persistencia y perseveración no estriba en la cantidad de palabras que se dicen ni en el tiempo que dura la actividad.
La persistencia es una virtud en cuanto es pertinente al motivo (logro, afiliación o poder) que se persigue y a los obstáculos que se enfrentan en el proceso; cuando el motivo se ha alcanzado, o ya no es pertinente, y cuando los obstáculos han sido resueltos o pueden ser evitados, la persistencia se acerca a perseveración y pierde su valor creativo o productivo.
Por lo tanto, estamos invitados a persistir sin caer en perseveración.
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