Cuatro evidencias de la autonomía y sus beneficios.
Los más pequeños quieren vestirse solos o amarrarse los zapatos, pero no los dejamos porque el bus del colegio ya va a recogerlos; los más grandecitos quieren salir al centro comercial con sus amigos, pero no los dejamos porque conocemos los peligros; los adolescentes quieren mandarse a sí mismos, pero no los dejamos porque podrían caer en excesos.
¡Cuesta mucho trabajo cultivar la autonomía en nuestros hijos!
¡Cuesta mucho trabajo cultivar la autonomía en nuestros hijos!
¿Cómo cultivas tu propia autonomía?, ¿En qué eres o quieres ser autónomo?, ¿Cómo fomentas la autonomía en los demás?
Como padres o educadores, queremos que nuestros hijos y estudiantes sean valientes, saludables, optimistas, alegres, solidarios y libres. Que vivan felices.
Uno de los componentes de la felicidad es la motivación intrínseca, es decir, esa fuerza interior y el gozo que experimentamos cuando una actividad es “realizada por la satisfacción inherente que ocasiona la actividad por sí misma” (Deci y Ryan, 2000).
La investigación empírica ha logrado demostrar que los padres que favorecen la autonomía de sus hijos, fortalecen su motivación intrínseca (Grolnick, Deci, & Ryan, 1997).
Igualmente, los maestros que apoyan la autonomía, facilitan y aceleran efectivamente la motivación intrínseca, la curiosidad y el deseo consciente de desafío en los estudiantes (Deci, Nezlek, & Sheinman, 1981; Flink, Boggiano, & Barrett, 1990; Ryan & Grolnick, 1986), que son factores muy importantes para el aprendizaje.
En resumen, la autonomía es un catalizador de la motivación intrínseca y, eventualmente, de otras conductas relacionadas con el disfrute de la vida y la felicidad auténtica.
La autonomía es una de las tres necesidades psicológicas, que la Teoría de la Autodeterminación ha identificado, y también es una característica del comportamiento que queremos incentivar en nuestros hijos o educandos.
Los niños y jóvenes, así como los adultos, reconocemos claramente las situaciones que favorecen nuestra autonomía, cuando:
1. Tenemos un sentido de elección personal en nuestras decisiones, acciones y relaciones: nosotros escogemos opciones para resolver problemas, actividades y maneras de relacionarnos con los demás.
2. Reconocemos, y los otros reconocen, como válidos nuestros sentimientos: nosotros tenemos emociones y sentimientos legítimos, sin el peso del señalamiento o la reprobación social.
3. Identificamos oportunidades para nuestra autodirección: nosotros encontramos espacios y momentos concretos para ejecutar las actividades y cultivar las relaciones que queremos.
4. Creemos que nuestros resultados dependen de nuestras propias acciones: nosotros “sabemos” que las situaciones que vivimos, los resultados y las consecuencias que experimentamos, dependen en gran medida de lo que hacemos, es decir, que están bajo nuestro propio control.
Si queremos desarrollar la autonomía, necesitamos crear condiciones favorables, esto es, condiciones que integren decisiones personales, aceptación de sentimientos, autodirección y “locus interno” de control.
La promesa implícita en el fortalecimiento de la autonomía es la motivación intrínseca que contribuye a la alegría de vivir.
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