No puedes dejar de tener motivación.
Al despertar, ¿por qué te pones en movimiento? Tal vez ya no tengas sueño y quieras cambiar de lugar; tal vez necesites ir al baño o comer algo; puede ser que tengas afán de asearte o alistarte para ir a estudiar o trabajar; o quieras prepararle el desayuno a quien vive contigo.
Te levantas por algo; tienes un motivo o varios motivos para ponerte en movimiento.
¿Qué te motiva?, ¿Cómo motivas a los demás?, ¿En qué necesitas mayor motivación?
El ponerse en movimiento por cualquier razón, se suele denominar “conducta motivada”; las razones para hacerlo, “motivos” y la relación entre la “conducta motivada” y los “motivos”, es la “motivación”.
Por ejemplo, te despertaste porque sonó la alarma que habías activado la noche anterior en tu celular, porque tienes una entrevista de trabajo, porque quieres arreglarte muy bien y debes desayunar bien, porque el sitio de la entrevista está alejado y necesitas contar con suficiente tiempo para el transporte, etc.
Cada una de las actividades que vas haciendo corresponden a una “conducta motivada”: abrir los ojos, salir de la cama, ir al baño, lavarte los dientes, ducharte, vestirte, preparar un desayuno, transportarte, etc.
Cada conducta puede ser el “motivo” de la siguiente o de la anterior: sales de la cama para ir al baño, te duchas para poder vestirte, etc. O, sales de la cama porque ya es hora de levantarte -sonó la alarma-, te preparas el desayuno porque ya te alistaste, etc.
Todas estas conductas constituyen tu “motivación”: estar bien presentado, a tiempo y cómodo en tu entrevista de trabajo.
Por lo tanto, podemos decir que todos los días tenemos “conductas motivadas” por diferentes “motivos”; igualmente, lo que hacemos todos los días responde a la “motivación” que tenemos.
Sin embargo, nos hemos acostumbrado a confundir la motivación con el entusiasmo. En este caso estaremos más dispuestos a pensar que si te levantas rápido, te arreglas muy bien y estás optimista con tu entrevista, tu motivación es muy alta; en cambio, si te cuesta levantarte, te arreglas normal o con algo de descuido y no te haces muchas ilusiones con la entrevista, tu motivación es muy baja.
Probablemente, la confusión se haya generado por los usos aplicados del concepto de “motivación”, esto es, por la intención de entender y usar la motivación en la educación, el aprendizaje, el trabajo, la adherencia a los tratamientos médicos, el deporte, etc.
En estos contextos aplicados, la motivación se interpreta como el resultado de tres factores o criterios (Beck, 1978):
Preferencia: es la inclinación a escoger una opción entre otras disponibles, en función de los resultados deseados.
Persistencia: es el tiempo que se le dedica a la actividad y la inclinación a mantenerse en ella.
Vigor: es la intensidad, fuerza, energía o dedicación con la que se realiza la actividad.
En general, en la psicología aplicada, se acepta que la motivación es un factor de aquellas conductas que tú prefieres, persistes y realizas con vigor.
Por ejemplo, tienes motivación cuando: todas las mañanas organizas tu habitación aunque estés de afán; todos los días haces las tareas y las lecturas que te han puesto en el colegio o la universidad; cumples con tus funciones y colaboras con otros, a pesar de las cargas de trabajo o las circunstancias; vas a las terapias o te tomas los medicamentos cumplidamente; te esfuerzas en tus entrenamientos y lo haces con disciplina.
Ahora bien, si tú quieres motivarte a ti mismo o motivar a otros, la Teoría de la Autodeterminación (Deci y Ryan, 2015) nos ha ayudado a comprender que:
- Puedes actuar con base en motivos tuyos o ajenos (normas, incentivos o consecuencias) que para tí valgan la pena.
- Puedes encontrar actividades que disfrutes hacer sin necesitar otros motivos.
En todo caso, la auténtica motivación se relaciona con las actividades que satisfacen alguna de nuestras necesidades fisiológicas o psicológicas. Si tú tienes una necesidad insatisfecha es mucho más probable que hagas algo mostrando preferencia, persistencia y vigor en ello.
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