La manera como explicamos lo que nos pasa.
¿Una miradita al horóscopo por si acaso? Tal vez nos anuncie algo bueno o nos advierta a tiempo de un peligro.
¿O más bien invocamos la “ley de la atracción” y esperamos que todo el universo confabule con nosotros para todo lo bueno que queremos en nuestra vida?
¿Qué tan influenciable eres?, ¿Te consideras una persona segura?, ¿Qué tanta responsabilidad demuestras por tus acciones o resultados?
Creer que los astros influyen en nuestro destino individual, que un “experto” puede guiarnos al respecto o que podemos convocar todas las fuerzas universales para que actúen a nuestro favor, es pensamiento mágico que aún subsiste, a pesar de los avances científicos y tecnológicos.
Aunque tengan mucho en común, son creencias que se ubican en extremos bien opuestos: una cosa es creer que nuestro proyecto de vida está regido externamente por los astros y otra cosa, muy diferente, es creer que tenemos un supuesto poder interior para atraer toda la buena fortuna a nuestra vida.
La diferencia tiene que ver con lo que algunos psicólogos han denominado “locus de control” (atribuimos nuestro comportamiento al control que ejercen diferentes factores sobre nosotros) o “locus de causalidad” (atribuimos diferentes causas a nuestros resultados).
Rotter y Murly (1965) propusieron el concepto de “locus de control” para explicar por qué los factores sociales que modelan nuestra motivación y nuestra capacidad para aprender, funcionan de manera diferente entre las personas.
Más adelante, Deci y Ryan (1985) recogieron el concepto de “locus de causalidad” para indicar las causas o motivos relacionados con diferencias individuales en la adopción de reglas de comportamiento.
Podemos explicar nuestro comportamiento, o el de los demás, subrayando los factores que regulan y “dan forma” a nuestras respuestas o acciones (en este caso, el concepto más afín es “locus de control”) o podemos poner el énfasis en factores que las originan o generan (“locus de causalidad” sería el constructo más cercano).
En ambos casos, la expresión “locus” indica un “lugar” o dimensión relacionada con el control de nuestro comportamiento o el origen de nuestra regulación o resultados, así:
- “Locus externo”: el mundo, la sociedad, la economía, los demás, los premios o castigos, la suerte.
- “Locus interno”: la conciencia, el pensamiento, la razón, la voluntad, la motivación personal, el libre albedrío.
Las explicaciones que demos acerca de nuestro comportamiento pueden ser muy distintas si nos referimos a los factores que lo controlan (“locus de control”), que lo causan (“locus de causalidad”), desde afuera (“locus externo”) o desde adentro (“locus interno”).
Aunque estos conceptos han sido objeto de bastante controversia entre los docentes e investigadores, es posible que nos preguntemos acerca de su importancia práctica.
Nuestros resultados, nuestros logros personales, nuestras relaciones interpersonales y, también, nuestro papel social o político, pueden variar enormemente si predomina en nosotros un “locus externo” o, más bien, un “locus interno”.
En el primero de los casos, estaremos más dispuestos a entregar la responsabilidad de nuestra vida, de nuestra carrera y de nuestra felicidad (o infelicidad) a factores externos y, por lo tanto, ajenos a nuestro control o voluntad. En el segundo caso, nos inclinaremos más a ser los artífices de nuestro propio rumbo y constructores de nuestra vida.
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