Obedecer [aún] está de moda.
Kylie Jenner, Selena Gómez y Cristiano Ronaldo ganan mucho dinero por sus publicaciones en las redes sociales, gracias a los millones de seguidores que tienen.
¿Quiénes influencian tu vida?, ¿En qué asuntos te dejas influir?, ¿Cómo manejas esas influencias?
Tener millones de seguidores en Facebook, YouTube, Instagram o Twitter, los convierte a ellos y a muchos otros, en influenciadores (influencers) en los sectores entretenimiento, turismo, gastronomía, belleza, tecnología, etc.
“Un influencer es una persona que cuenta con cierta credibilidad sobre un tema concreto, y por su presencia e influencia en redes sociales puede llegar a convertirse en un prescriptor interesante para una marca.” (40defiebre.com)
Que alguien se convierta en prescriptor de una marca o de un estilo de vida, no es algo nuevo; de hecho, la autoridad que reconocemos a nuestros padres, o a ciertos líderes o gobernantes para prescribir comportamientos, es un factor importante en la cohesión familiar y social.
Cuando reconocemos la autoridad de alguien, bien porque la ostenta legalmente o le otorgamos cierto liderazgo para influenciar nuestras decisiones y acciones, estamos estableciendo una versión moderna del milenario vínculo de obediencia.
La obediencia involucra dos momentos y puede definirse operativamente (Isaacs, 1988) como “aceptar decisiones de quien tiene autoridad” (primer momento) y “realizar lo decidido” (segundo momento).
Nuestra obediencia a las prescripciones de nuestros padres, figuras de autoridad o influenciadores, puede ir desde el sometimiento irracional de nuestra voluntad a las decisiones de otro, hasta una sana apropiación de la experiencia y el conocimiento ajenos. En este sentido, la obediencia puede revelar una limitación personal o una verdadera fortaleza.
Sin embargo, lo que hace de la obediencia una virtud social es el conjunto de atributos que están ligados a la “verdadera obediencia”: que las decisiones se acepten como propias, la prontitud para realizar los decidido, el empeño para interpretar fielmente la intención de la otra persona y su relación con otros valores.
Es decir, podemos actuar solo “como si estuviéramos obedeciendo” (de manera exterior) o podemos “obedecer de modo auténtico, voluntario e inteligente” (con verdadero compromiso personal).
Si acostumbramos obedecer solo de manera exterior es muy posible que estemos fortaleciendo un patrón de comportamiento basado en la obediencia pasiva y la regulación externa de nuestra vida; esta manera de vivir la obediencia está relacionada con lo que podemos llamar la conducta no motivada o, incluso, con la desmotivación (Deci y Ryan, 2000).
En cambio, si obedecemos a otros en los términos de una virtud social (apropiación, prontitud, empeño y fidelidad), siempre y cuando el asunto no involucre ilegalidad o injusticia, estaremos más cerca de la auténtica motivación (Deci y Ryan, 2000).
Revisemos a quiénes estamos obedeciendo, cómo lo estamos haciendo y en qué asunto estamos aceptando y ejecutando las decisiones de otros; dependiendo de las respuestas que podamos descubrir, podemos darnos cuenta si estamos cultivando nuestra propia motivación, o no.
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