La agenda es una herramienta pero no es el mapa para vivir.
Hace muchos años aprendí a llevar una agenda “como debe ser”, pero hace muy poco descubrí que nadie tiene que decirte cómo debe ser tu agenda.
¿Cómo organizas tu tiempo?, ¿A qué te dedicas la mayor parte del tiempo?, ¿Con qué actividades disfrutas más?
En el post anterior dije que la unidad para la administración del tiempo es el evento, es decir, cualquier actividad que se realiza en una hora determinada del día.
Pues bien, se puso de moda utilizar dos variables para clasificar los eventos que realizas durante el día: importancia y urgencia.
Un evento importante tiene un impacto decisivo en tu desarrollo, en los resultados que te has propuesto o en tu bienestar.
Un evento urgente tienes que hacerlo de manera inmediata porque el plazo se cumplió o está muy cerca de terminar, y no cumplir esos plazos puede tener consecuencias graves para ti o los demás.
Quienes insisten en la dualidad entre eventos importantes y urgentes, consideran que los primeros son los que hacen posible que conviertas tus sueños en realidad, que finalices tus proyectos, que logres tus objetivos, que cumplas con tus obligaciones.
Para ellos, los eventos urgentes hacen parte de la vida pero sólo aportan estrés y deben ser evitados con un control inteligente del tiempo. Por ejemplo, estudiar toda la noche para presentar un examen o entregar una tarea al día siguiente, pagar los servicios públicos el último día de plazo, pagar la cuota de la tarjeta de crédito o, simplemente, recargar tu celular cuando ya se te acabaron los minutos o la navegación por internet, son eventos que puedes hacer con antelación y sin preocupación.
En esta lógica, para que puedas estar tranquilo y ser más productivo, necesitas organizar tu agenda de manera que los eventos más importantes para ti ocupen la mayor parte de tu tiempo y, así, cada vez tendrás menos cosas urgentes.
No estoy en contra de organizar el tiempo distinguiendo eventos importantes y no importantes, urgentes y no urgentes. Lo que no comparto es la creencia de que el verdadero valor del tiempo se alcanza cuando te enfocas en actividades "importantes y no urgentes" o "importantes y urgentes".
Resulta que con este modo de pensar quedan “por fuera” muchos eventos calificados con la categorías de “no importantes” o “no urgentes”.
Pero la vida de la gran mayoría de los seres humanos involucra actividades “no importantes” y “no urgentes”: parchar con los amigos, verse una serie, salir de compras, ir al cine, tomarse un café o una cerveza en compañía, salir a un restaurante, dar un paseo por el parque, hacer una siesta, celebrar un cumpleaños, ayudar a un compañero a hacer su trabajo, jugar bolos o un partido de fútbol, leer un libro, escribir un poema, preparar una receta, cuidar el jardín, clasificar estampillas o monedas, jugar o hablar con los hijos, navegar por internet sin rumbo fijo, visitar un enfermo, detenerse en calle para ayudar a alguien.
Uno nunca sabe, pero podría pasar que por estar haciendo sólo lo importante se nos olvidara lo que es la vida cotidiana y corriente, de la gran mayoría.
Aún más, puede ser que haciendo cosas “no importantes” y “no urgentes” encuentres el amor de tu vida, se te ocurra la idea del millón de dólares, desarrolles un talento inusual, hagas nuevos amigos y aprendas a vivir mejor.
Tu agenda personal no puede referirse sólo a lo importante o urgente, porque la vida es mucho más; tu agenda es una herramienta para poner un cierto orden en tus eventos pero no debe empobrecer o simplificar tu vida. Un momento de planeación al comienzo de la mañana y otro momento de revisión de lo que hiciste o dejaste de hacer, al finalizar el día, sí te pueden ser de mucho provecho.
La agenda es un medio que te permite manejar tu tiempo de manera más productiva, pero no es algo que mágicamente te permita alcanzar tus sueños, tus proyectos, tus objetivos. Ese camino es la acción, incluyendo la que no es importante ni urgente. Uno nunca sabe.
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