No hay comportamientos buenos ni malos.
Consumir estimulantes, licor o drogas en una discoteca es un comportamiento habitual en muchos jóvenes y adultos. Esto no significa que sea bueno; tampoco que sea malo, porque sí. Igual sucede con la automedicación.
¿Cuáles comportamientos te parecen criticables en los demás?, ¿Cuáles te parecen dignos de admiración?, ¿Qué los hace malos o buenos?
Nuestro comportamiento no es bueno ni malo; la manera como lo calificamos, depende muchas veces de nuestra situación personal y del contexto social en el que estamos. En este sentido, las personas no somos buenas ni malas, sino que nos comportamos de determinada manera.
Si nuestro comportamiento no es malo ni bueno, ¿significa esto que nos podemos comportar de cualquier manera y nadie, ni nosotros mismos, podría cuestionar nuestras acciones?
De ninguna manera, porque nuestras acciones y reacciones habituales tienen un valor particular ligado a nuestra propia situación personal y a nuestro entorno.
La calificación de una acción o una reacción como valiosa o no, aunque es relativa, siempre implica una dimensión ética.
¿De qué depende el valor de nuestro comportamiento?
Depende, entre otros, de los siguientes factores:
1. Necesidades: nuestras acciones están orientadas a vivir saludablemente, mantener nuestra estabilidad, sobrevivir y lograr nuestro bienestar.
2. Intereses: nuestras acciones o reacciones son compatibles con nuestras preferencias o inclinaciones, o contribuyen a que seamos más eficaces con lo que se nos facilita, con nuestras aptitudes o con nuestros objetivos.
3. Autodeterminación: nuestros comportamientos están en función de nuestra motivación personal, es decir, de aquello que nos brinda satisfacción por el mero hecho de comportamos de tal o cual manera o porque tiene un significado especial para nosotros.
4. Personas: actuamos para satisfacer las expectativas honestas o apoyar a nuestros amigos, padres, mayores, maestros, guías o líderes.
5. Valores: acciones que están de acuerdo con los modelos de comportamiento que nos fortalecen, nos motivan y nos enaltecen, porque sacan lo mejor de nosotros mismos y nos sirven de criterio de actuación en situaciones desconocidas o ambiguas.
El valor de nuestro comportamiento es una función, al menos, de estos cinco factores. Esto quiere decir que un comportamiento específico, en un momento dado, es valioso en proporción a la cantidad de los factores aplicables y la calidad de tal relación.
Si compartimos lo anterior, aceptamos que no hay comportamientos buenos o malos, objetivamente hablando, sino comportamientos valiosos para nosotros mismos o para los demás.
Nuestra responsabilidad personal es examinar nuestras acciones y reacciones, al menos, en función de estos cinco criterios de actuación, así como comportarnos de manera valiosa.
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