El poder de la motivación extrínseca.
Levantarse por la noche a tranquilizar al bebé, a calmar la tos del niño que no para de toser o a recoger a la hija adolescente en la madrugada, no son tareas motivantes para los padres de familia. Tal vez las hagan pero la mayoría no las encontrará agradables en sí mismas.
Hacer las tareas escolares de una asignatura difícil, asistir a los entrenamientos obligatorios en una disciplina deportiva que no se ha elegido o realizar labores monótonas en una práctica universitaria no son, para nada, tareas intrínsecamente motivantes. Puede ser que las hagan para pasar el año, graduarse o acceder a una buena empresa, pero no es fácil encontrar motivos intrínsecos.
Sacar la basura, lavar la loza, limpiar las alfombras, lidiar con el tráfico, pagar impuestos, votar o cumplir con un trabajo rutinario y mal pagado, tampoco son tareas motivantes. Las personas las hacen porque toca o porque quieren evitar problemas mayores, pero sólo resultan muy satisfactorias si se mira el beneficio externo.
¿Cuáles son tus tareas rutinarias?, ¿Cuáles son tus actividades desagradables?, ¿Cuáles cosas no te gusta hacer pero te toca?
La mayoría de las personas, la mayor parte de su tiempo, tiene que hacer muchas tareas que no son agradables pero sí son necesarias; les pasa a los artistas, a los empresarios, a los empleados, a los independientes, a los estudiantes, a las amas de casa, a los gobernantes, a los militares, a los deportistas.
Por más que elijas una carrera, profesión o trabajo que te guste, siempre encontrarás que debes hacer tareas que no son plenamente satisfactorias. Seguramente tendrás uno o varios motivos externos para hacerlas, es decir, te motivarás porque te permiten alcanzar un resultado o evitar una consecuencia negativa.
Cuando hacemos las cosas por motivos externos, y no por el gozo de la actividad en sí misma, estamos motivados extrínsecamente, desde afuera, en contraste con la motivación intrínseca de la publicación anterior.
No está mal que tengas motivación extrínseca para muchas cosas en tu vida, porque sería peor la desmotivación; de ahí al fracaso, a la frustración, a la apatía o a la depresión, no hay mucha distancia.
No obstante, es bueno que conozcas los diferentes grados de motivación extrínseca para que encuentres formas de ayudarte y de hacer más pasables aquellas actividades que tocan, porque son necesarias para avanzar o porque constituyen un deber moral o legal.
Motivación externa: es el tipo de motivación más cercano a la desmotivación; corresponde a hacer las cosas sólo porque una autoridad externa así lo ha dispuesto y tú obedeces; tal vez, esperas una recompensa externa o evitas un castigo.
Motivación introyectada: en un grado de motivación un poco más personal y “avanzada”; haces las cosas porque has interiorizado una norma que, de todos modos, sientes algo externa; hay cierto autocontrol en ti y cierta compenetración con la actividad, aparte de que persigues su recompensa externa o evitas el castigo.
Motivación identificada: realizas la actividad porque comprendes la necesidad del deber o de la norma que es algo interna para ti, aunque originalmente haya sido externa; en este sentido la actividad tiene una importancia personal y un valor consciente para tu vida o la de los demás.
Motivación integrada: es el grado más avanzado y personal de la motivación extrínseca; haces las cosas porque compartes plenamente la bondad, necesidad o conveniencia, en este sentido, “te nace hacerlas”; tienen congruencia con tu manera de pensar, con tus valores y con lo que eres conscientemente, aunque no sean tareas placenteras ni satisfactorias.
Si quieres una vida más agradable, más productiva y con mejores resultados, debes encontrar la manera de hacer todas las tareas ingratas, y aún el “trabajo sucio”, al menos, con motivación extrínseca identificada o integrada. Aquí es cuando importa más el “cómo” que el “qué”; si te toca hacer eso que no es agradable, hazlo bien.
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